Este mes dedicamos nuestra sección a Jorge Jiménez Casado, conocido artísticamente como Coque, un joven pianista y director de orquesta que está dando mucho que hablar en el panorama musical.
JASP: JOVEN AUNQUE SUFICIENTEMENTE PREPARADO
Seguro que algunos lectores recordarán este mensaje en una campaña publicitaria de una marca de vehículos. Nuestro artista del mes es el perfecto ejemplo de aquellos jóvenes que mencionaba el anuncio.
A pesar de su juventud, Coque Jiménez ha logrado importantes hitos a lo largo de su incipiente, pero intensa, carrera musical. Empezó a tocar el piano con tan solo cuatro años para, posteriormente, continuar los estudios musicales en Conservatorio Profesional de Música de Alcalá de Henares, su ciudad natal.
Continuó perfeccionando su técnica de la mano de los más prestigiosos profesores de piano, tanto en el Conservatorio de Música Amaniel de Madrid como asistiendo a clases magistrales como las que se organizan en Pirineos Classic. Actualmente, estudia en la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR) con Rubén Talón, en Valencia.
Pero a este joven, emprendedor y talentoso como pocos a su edad, se le quedaba pequeño el piano. Con tan solo 18 años, en julio de 2024, fundó la Joven Orquesta Allegro Vivace (JOAV), que él mismo dirige, gestiona y promociona. Lo que comenzó como un entretenimiento para un grupo de estudiantes de bachillerato, se convirtió en una pequeña orquesta escolar. Al finalizar aquel curso, decidió que tocar el piano, dirigir y reunirse con otros músicos era su pasión. Así nació la JOAV, formada por más de 100 jóvenes y adolescentes procedentes de diversos lugares de España.
La trayectoria de Coque Jiménez es un ejemplo de talento y esfuerzo. Actualmente, compagina sus estudios en la ESMAR con la organización de conciertos de música clásica con el enfoque fresco que aporta la juventud de los miembros de la orquesta JOAV.
Su debut tuvo lugar el pasado mes de diciembre en el Auditorio del IES Antonio Machado, en Alcalá de Henares (Madrid). Ante un asombrado público de más de 700 personas, la formación dirigida por Coque Jiménez interpretó un programa que mereció una gran ovación al finalizar.
Desde aquel primer concierto han transcurrido unos pocos meses, pero la orquesta ha evolucionado enormemente. Han pasado de ser 60 músicos a más de 140 jóvenes músicos, capaces de abordar con éxito exigentes repertorios con obras de gran dificultad técnica y expresiva. Su último concierto tuvo lugar en el Teatro Monumental, donde dirigió una obra de Händel ejecutada por 100 músicos y 115 coristas en escena.
El próximo 7 de octubre, dirigirá a la JOAV en el Auditorio Nacional, donde estrenará un ambicioso programa que promete encandilar a los asistentes con piezas de famosas óperas como La traviata, Nabucco o Rigoletto y con una segunda parte formada por un repertorio que incluye, entre otras, la Obertura 1812 de Chaikovski.
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NUESTRA ENTREVISTA CON COQUE JIMÉNEZ
La madurez y capacidad de liderazgo de Coque Jiménez no son frecuentes en una persona de su edad. Durante nuestra entrevista dejó clara su gran profesionalidad, su entusiasmo y su visión como director, que ha sido fundamental para alcanzar el éxito en tan breve espacio de tiempo.
1. Con apenas 18 años fundaste y dirigiste la Joven Orquesta Allegro Vivace. ¿Qué te impulsó a crear este proyecto y cómo recuerdas esos inicios?
Desde muy pequeño, he tenido un carácter y una personalidad de líder; siempre me ha gustado organizar cosas. Todo comenzó en 2023, mientras cursaba 2.º de Bachillerato. Entré en el IES Antonio Machado, un centro que compartía instalaciones con el Conservatorio Profesional de Música de Alcalá de Henares. Al ver que muchos alumnos del instituto tocaban instrumentos, decidí montar una pequeña orquesta formada por unos 20 estudiantes, simplemente para tocar en los recreos, disfrutar haciendo música juntos y desconectar de las clases.
Después de fundar aquella orquesta escolar y tras finalizar el curso, me pregunté: «¿Y ahora qué?». Estuve varias semanas dándole vueltas y me di cuenta de que tocar y reunirme con otros músicos era algo que realmente me apasionaba. Fue entonces, en julio de 2024, cuando surgió la idea de crear la Joven Orquesta Allegro Vivace.
En un principio, la idea era formar una orquesta como la del instituto: 15 o 20 músicos con los que dar pequeños conciertos por nuestras ciudades. Pero, como todo proyecto emergente, los inicios fueron muy difíciles. Había que empezar desde cero: buscar músicos, un lugar para ensayar, espacios donde actuar… y, sobre todo, convencer a la gente. No resultaba muy atractivo que un pianista sin experiencia orquestal estable quisiera fundar una orquesta desde cero. Recuerdo algunas frases que me marcaron, como: «No, no quiero tocar con vosotros, acabáis de empezar». Nadie apostaba por el proyecto.
Aun así, seguí adelante. Era algo que me hacía muchísima ilusión, y pasara lo que pasara, no iba a tirar la toalla desde el principio. Tras un mes muy duro intentando levantar el proyecto, al llegar septiembre la orquesta empezó a ganar apoyos. Éramos ya 60 músicos y comenzamos a ensayar. Nuestro primer concierto tuvo lugar el 21 de diciembre, en el auditorio del IES Antonio Machado. Un día que jamás olvidaré.
2. ¿Cómo ha evolucionado la orquesta desde aquel primer concierto hasta ahora? ¿Qué cambios destacarías tanto a nivel artístico como humano?
Desde aquel primer concierto, la orquesta ha evolucionado enormemente, tanto en magnitud —pasamos de ser 60 músicos a más de 140— como en el nivel artístico de sus integrantes. Nos dimos cuenta de que, siendo tan jóvenes, éramos capaces de montar repertorios muy ambiciosos en muy poco tiempo. Esa confianza nos llevó a enfrentarnos a programas cada vez más exigentes y variados, con obras de gran dificultad técnica y expresiva.
A nivel humano, también ha habido una transformación preciosa. Desde el primer concierto, se ha ido formando una verdadera familia dentro de la orquesta, algo fundamental para cualquier trabajo en grupo. Al principio nadie se conocía, todo era nuevo; pero hoy en día existe una conexión muy especial entre los músicos. Esa complicidad hace que los ensayos fluyan con naturalidad, en un ambiente cercano y motivador, lo que favorece el trabajo y el aprendizaje de todos los integrantes.
3. En esta trayectoria tan intensa y rápida, ¿hay algún momento sobre el escenario que haya supuesto un antes y un después para ti como músico y como persona?
Sí, sin duda. Uno de esos momentos fue en nuestro último concierto en el Teatro Monumental, cuando interpretamos el Hallelujah de Händel. Sinceramente, era una obra que me imponía mucho respeto —por no decir pánico—. Éramos 100 músicos y 115 coristas en escena. Los coros estaban formados por niños desde 5 años hasta jóvenes de 24, lo que suponía un gran reto por la diferencia de edades y niveles.
Además, era una obra con muchas entradas en canon, contratiempos y gran exigencia rítmica para los coros, y solo habíamos podido ensayarla todos juntos durante 30 minutos el día anterior. Eso me generaba bastante inseguridad.
Pero cuando llegó el concierto y empezó a sonar la orquesta, sentí desde el primer compás algo mágico. Todos estábamos completamente concentrados, conectados de una forma muy especial. Y al llegar al último acorde, al girarme, vi a más de mil personas del Teatro Monumental en pie, aplaudiendo con fuerza. Fue un momento que me marcó profundamente.
Ahí comprendí que no importa la edad ni los prejuicios que uno pueda tener. Lo que realmente cuenta es la conexión, el trabajo en equipo y la entrega. Fue un antes y un después para mí, porque entendí que, cuando hay ilusión, compromiso y pasión, cualquier reto es posible. Varias personas me dijeron después que ese fue su momento favorito del concierto. Yo también lo sentí así.
4. ¿Qué criterios sigues a la hora de elegir el repertorio de la JOAV? ¿Qué buscas provocar en el público y en los propios músicos?
A la hora de elegir repertorio, lo primero que pienso es en encontrar un programa que sea atractivo para el público, pero también muy disfrutable para los músicos. Al final, son ellos —el público— quienes vienen a vernos y creo que es importante que se sientan conectados desde el primer minuto, tanto quienes tienen formación musical como quienes no están acostumbrados a escuchar música clásica.
Me gusta salirme de lo tradicional —obertura, concierto y sinfonía— y construir programas con obras más breves, variadas y, sobre todo, reconocibles. Busco piezas que el público haya escuchado alguna vez, para que puedan engancharse fácilmente y no se desconecten. Esto hace que los conciertos resulten más dinámicos y accesibles, algo que muchos asistentes nos han comentado y agradecido.
Por otro lado, cuando los músicos disfrutan el repertorio, eso se nota. Y el público lo percibe. Hay una energía distinta cuando los intérpretes están implicados emocionalmente con lo que tocan. Ese vínculo, esa pasión compartida, es lo que intento generar con cada programa.
5. Compaginas tu faceta de pianista con la dirección orquestal. ¿Cómo es tu rutina de trabajo diaria y cómo equilibras ambas disciplinas?
Sinceramente, no tengo una rutina de trabajo diaria completamente fija. Soy una persona bastante flexible. Hay días en los que puedo estudiar ocho horas de piano y, luego, estar tres días sin tocarlo. Depende mucho del ritmo de la semana, de los ensayos, conciertos o imprevistos que surjan.
Cuando tengo días más tranquilos, suelo estudiar el piano en bloques de unos 40 minutos, que para mí es un tiempo óptimo para mantener la concentración física y mental. Después hago un descanso de unos 15 minutos, que aprovecho para repasar mentalmente o en partitura las obras de dirección orquestal. Así voy intercalando ambas disciplinas a lo largo del día.
Si estoy en época de ensayos o tengo un concierto cercano con la orquesta, invierto el orden: dedico los 40 minutos principales al estudio de dirección y los descansos para tocar el piano. Es una especie de equilibrio dinámico. Aunque no sigo una rutina estricta, intento aprovechar todos los huecos del día para avanzar en ambas áreas. Lo importante para mí es mantener el compromiso y la constancia, incluso si los horarios no siempre son iguales.
6. Eres alumno del pianista Rubén Talón, una figura reconocida tanto por su virtuosismo como por su faceta pedagógica. ¿Qué te ha aportado su enseñanza en tu camino como pianista y cómo influye su visión musical en tu trabajo como director?
Rubén Talón cambió por completo mi forma de entender el piano y, en general, la música. Me enseñó que una partitura no es solo un conjunto de notas y anotaciones, sino un lenguaje que hay que descifrar para comprender lo que el compositor realmente quiere transmitir. Desde entonces, mi forma de abordar una obra ha cambiado profundamente.
Una de las cosas que más me ha marcado de su enseñanza es su manera única de encontrar melodías ocultas en los pasajes más complejos, lo que hace que sus interpretaciones tengan una identidad muy personal. Recuerdo una clase en particular en la que trabajábamos un fragmento con muchas voces simultáneas. Me dijo: «Imagina que las notas graves son los contrabajos y chelos, las del medio, los violines y las agudas, las flautas». Con esa imagen, aprendí a diferenciar planos sonoros, a escuchar cada voz por separado y a entender cómo se relacionan entre sí. Ese tipo de enfoque me ha sido muy útil también como director: me ha enseñado a escuchar en capas, a identificar cada instrumento y cada melodía dentro del conjunto orquestal.
Además, valoro muchísimo su forma de trabajar conmigo. Siempre busca repertorio que sabe que me motiva, lo que hace que el estudio no solo sea más eficaz, sino también mucho más inspirador.
7. El próximo 7 de octubre dirigirás a la JOAV en el Auditorio Nacional dentro del programa ScherzoEduca de la Fundación Scherzo. ¿Qué nos puedes adelantar sobre el programa y cómo ha sido preparar un concierto en ese marco?
El programa que hemos preparado para este concierto está dividido en dos partes muy contrastadas. La primera estará centrada en el mundo de la ópera, con grandes oberturas, arias y coros de títulos como La traviata, Nabucco, Rigoletto y La forza del destino, entre otros. Será una primera parte cargada de emoción, con momentos tanto brillantes como íntimos, en la que participarán solistas y un gran coro formado por más de 100 voces.
La segunda parte incluirá un repertorio más diverso: desde el ballet —con la célebre Danza del sable— hasta el Intermezzo de cavalleria rusticana, una obra lírica de gran belleza. Para cerrar el concierto, hemos reservado una de las piezas más espectaculares del repertorio orquestal: la Obertura 1812 de Chaikovski. No puedo desvelar mucho más…, pero puedo asegurar que el final del concierto va a sorprender. El público no se lo espera.
Preparar un concierto así ha sido un gran reto, tanto para mí como para todos los músicos de la JOAV. Es la primera vez que nos enfrentamos a un repertorio operístico de esta envergadura y eso ha supuesto un esfuerzo técnico y expresivo enorme, tanto para la orquesta como para los coros y los solistas. Pero la ilusión y la energía con la que estamos trabajando lo están convirtiendo en una experiencia inolvidable.
8. Tras haber llenado escenarios como el Teatro Monumental, ¿qué supone para ti y para la orquesta actuar ahora en el Auditorio Nacional? ¿Qué expectativas tienes?
Actuar en el Auditorio Nacional supone un paso enorme tanto para mí como para todos los músicos de la JOAV. Personalmente, será la primera vez que pise ese escenario como director y para muchos compañeros también será la primera vez que toquen allí. Es un sueño que compartimos y que, hace tan solo un año, parecía muy lejano. Ver que un proyecto que empezó desde cero ha llegado hasta una de las salas más emblemáticas de España es algo que nos llena de orgullo y emoción. Siento que, de algún modo, estamos demostrando que una orquesta joven, hecha con ilusión y esfuerzo, también puede estar en lo más alto.
En cuanto a las expectativas, simplemente espero que el concierto deje huella. Que el público disfrute del programa que estamos preparando con tanto cariño y trabajo y que esa energía que sentimos desde dentro se transmita desde el primer minuto. Queremos que sea una experiencia inolvidable, tanto para nosotros como para los que estén en la sala.
9. Eres estudiante en un conservatorio de alto rendimiento, director artístico y también gestor de tu propia orquesta. ¿Cómo organizas tu tiempo y qué es lo más difícil de compatibilizar?
La verdad es que no es nada fácil compaginarlo todo. Estudiar en un conservatorio de alto rendimiento exige mucha concentración y muchas horas de práctica diaria. Al mismo tiempo, dirigir y gestionar una orquesta como la JOAV requiere una dedicación casi constante: ensayos, planificación artística, logística, gestión de personas, redes sociales, administración, etc.
Normalmente, intento organizarme por prioridades, según lo que tengo más cerca. Si hay un concierto a la vista, priorizo la dirección y todo lo que conlleva; si tengo exámenes o clases importantes, centro más tiempo en el piano. Con el tema de la orquesta, suelo trabajar sobre todo por las noches. Durante el día, especialmente cuando hay encuentros, recibo muchísimas llamadas, correos y problemas que resolver. Al final, cuando haces conciertos con 200 músicos, tienes que estar preparado para todo tipo de dudas, cambios y necesidades.
Cuando hay semanas con mucho trabajo, cambio por completo mi ciclo de sueño. Me acuesto a las 7:00 de la mañana y me levanto sobre las 14:00. Así distribuyo mejor mi tiempo: me despierto, como, y desde las 16:00 hasta las 21:30 me dedico a hacer llamadas, responder correos y resolver temas de organización. Después de cenar, aprovecho para programar correos, terminar la planificación de ensayos y dejar todo preparado para el día siguiente. A partir de la 1:00 am, cuando todo está más tranquilo y no tengo interrupciones, empiezo a estudiar piano y suelo hacerlo hasta las 6:00 de la mañana. Ese es mi momento de máxima concentración.
Lo más difícil para mí es equilibrar la parte musical con la parte de gestión. La dirección artística es lo que más disfruto, pero muchas veces hay tanto trabajo detrás del escenario —mensajes, horarios, problemas de última hora— que cuesta encontrar tiempo solo para estudiar o descansar.
También es complicado cuando se juntan exámenes importantes de piano con semanas clave de conciertos. En varias ocasiones me ha costado encontrar ese equilibrio y he llegado casi a colapsar. Soy una persona que intenta darlo todo en cada compromiso y estoy aprendiendo —aunque aún me cuesta— que también es fundamental saber parar, descansar y cuidarse.
10.¿Qué metas tienes a medio y largo plazo con la JOAV? ¿Te planteas giras internacionales, grabaciones o colaboraciones con otras instituciones?
Mi objetivo con la JOAV es que siga creciendo y consolidándose como un referente entre las jóvenes orquestas de España. A medio plazo, queremos ampliar nuestras colaboraciones con instituciones culturales, conservatorios y fundaciones que apuesten por el talento joven, y ofrecer conciertos en los principales auditorios del país, como ya estamos haciendo.
A largo plazo, sí me encantaría organizar una gira internacional, salir de Madrid y demostrar todo el trabajo que hacemos. Creo que sería una experiencia brutal, tanto a nivel musical como humano, y una oportunidad para que los músicos vivan lo que significa representar a una orquesta fuera de nuestras fronteras.
Por supuesto, estoy abierto a colaborar con artistas invitados, coros profesionales o incluso compañías de danza o teatro. Me gusta mezclar disciplinas y salirme de lo tradicional. Pero también tengo muy presente que la esencia de la JOAV es la juventud, y me encanta que todo lo que rodea al proyecto —desde los músicos hasta los solistas o los colaboradores— esté conectado con esa energía joven, porque ahí está gran parte de la magia de esta orquesta.
11. ¿Qué consejo darías a otros jóvenes músicos que sueñan con poner en marcha un proyecto artístico propio como el tuyo?
Mi consejo es que, si tienen un sueño —como lo fue para mí crear una orquesta—, que lo sigan y luchen por él. Muchas veces, los jóvenes nos echamos atrás por miedo al qué dirán, por inseguridades o por temor al ridículo. A mí también me pasó al principio. Pero hay que saber escuchar solo a quienes de verdad te apoyan y quieren verte crecer.
La música, como muchos otros ámbitos, está llena de competencia y también de críticas. Yo lo vivo a mi manera: me centro en mi proyecto sin compararme con lo que hacen otras orquestas. Cada uno tiene su camino, su estilo y su manera de hacer las cosas. Al principio recibí muchas críticas y hubo gente que no confiaba en que esto pudiera salir adelante, pero al final, si trabajas de verdad y crees en lo que haces, los resultados llegan.
En apenas un año, siendo un joven de 19 años, hemos llenado un teatro, un auditorio y hemos puesto en marcha un proyecto enorme como es la JOAV. Estoy convencido de que cualquier joven que tenga una idea y esté dispuesto a dar su 100 %, puede conseguirlo. Lo importante es empezar. No vale eso de «ya lo haré…». A veces, dejamos pasar el tiempo y las cosas no se hacen solas. Hay que lanzarse.